Wednesday, December 10, 2008

21 de diciembre.


Siempre me angustió levantarme por la mañana, asomarme por la ventana y ver otro día gris. Motivo suficiente para sentirme deprimida, irritada y molesta con el mundo, incluido este "pueblo".

La pregunta era:
¿en el Caribe podría ser distinto?...
sol, calor, color... ¿cambiaría mi ánimo?... colores, aromas a frutas maduras, a café... mummmm... "para hacer bien el amor hay que venir al sur..." claro, eso cantaba Raffaella desde el otro hemisferio, donde todo es al revés. Pero en este sur gran parte del año nos pasamos pegados a la chimenea. Cuando miro estas viejas casonas me preocupa la poca luz que debe entrar por aquellas estrechas ventanas, y el frío y la oscuridad de sus habitaciones.

Una casa con grandes ventanales mirando hacia el Norte con su cascada de luz y calor. Soy como un girasol, como una lagartija...

Y me fui por un tiempo a vivir al trópico, conocí la rainforest con toda su lujuria, mosquitos y culebras. Conocí otros cielos cargados de pesadas nubes negras, cargadas de electricidad que en un momento del día explotaban en aguas miles, con truenos, rayos y relámpagos. Eran las tormentas para ver sentada desde la terraza, sudando sin descanso. Y las depresiones que tuve por esas latitudes no fueros por la falta de luz. Tenía que aceptar que el (mi) problema no era asunto climatológico.

Han pasado inevitablemente los años, en el Sur (mi sur) todavía los meses de invierno se me hacen insoportablemente largos, pero he ido aprendiendo a esperar con calma el solsticio de verano, disfrutando el trayecto elíptico del planeta hacia ese punto que me dará los más largos rayos de sol austral.

El 21 de diciembre, en el círculo polar antártico es el único día en que el sol se mantiene sobre el horizonte durante 24 horas.







Puesta de sol en el Pacífico.

A propósito de Raffaella Carrá... el VIDEO!