Tuesday, May 23, 2023

 Otro día, otra mañana, María se acerca a la tienda, entra saludando a sus compañeras, se saca el abrigo y lo cuelga con su cartera, se cambia su ropa por un uniforme negro y sobre éste se calza una pechera, también negra. Ella es María, ella es Mari, muy alta, con una cabellera risada y negra. Han abierto el local y comienza a entrar la gente. María detrás del mostrador comienza a atender las consultas sobre tinturas para el cabello.

–El siete con seis le sirve. Pague y retire al frente- 

María es muy ágil para ir atendiendo a cuatro personas a la vez.

-Hola Mari ¿me das hora?

-Anótese usted misma en el cuaderno.

Me anoto y me siento relajada en uno de los pisos ubicados en un estrecho espacio acomodado como peluquería. La espera será larga, entonces comienzo a observar, tomando mentalmente nota, los diferentes rostros con cabezas embetunadas de oscuro color. Mujeres cubiertas por capas plásticas, que cuentan y comentan sobre lo que ocurre en las calles y en sus vidas. En esta turno, Mari, haciendo uso de un alisador eléctrico, va estirando con fuerza el cabello de una mujer mayor. Observo el rostro a través del espejo, es viejo, lleno de profundas arrugas, boca de labios caídos y ceño fruncido. Mari le habla con ternura:

–¿Le gusta así, abuelita? ¿cómo quiere la chasquilla?

La vieja se mira fijo en el espejo, no habla, parece enojada, es fea pero su cabellera medio colorina brilla sedosa, parece una peluca en esa cabeza. Mari termina, entonces la anciana se para del sillón, toma su bolso, saca algo y se lo acerca a Mari

-Chao abuelita, gracias, que le vaya bien.

Mari se ríe con evidente cariño de la vieja.

–Yo quiero mucho a esa abuelita, ella vivió muchos años en Francia, trabajando sola.

Yo sigo con la mirada a la anciana que se pierde entre la gente apiñada en el estrecho pasillo del local, la veo de espalda con su melena juvenil y abrigada con un grueso abrigo que la hace ver todavía más pequeña. 

Mari ya está colocando tintura en otra cabeza que le habla del frío, del trabajo, del hijo que tiene en la universidad. Mari sigue amenamente la conversación. Los temas se repiten y yo pongo todo mi ánimo, escucho, me río y a veces opino. La tercera mujer ha pasado al lavado de cabellos, Mari no para un segundo, siem
pre sonriendo. Es mi turno, paso a sentarme en la silla giratoria que ha dejado la que pasó al lavado. Mari abre una de las cajas, saca una botella, rompe la pequeña tapa, toma un tubo, lo abre y comienza a verter su espeso contenido en la botella presionando con más y más fuerza. Agita la botella con la mezcla y comienza a cubrir mi cabeza. Es cuando imagino que ocurre un terremoto y me veo corriendo en esas condiciones por la calle. Mari ya se acuerda de mi nombre y me pregunta por mi trabajo, yo me largo entusiasmada. ¿Y si la invito a tomarse un café conmigo?

Entre esto y lo de arriba ha pasado tiempo, años. Han pasado algunas cosas personales y otras como el “estallido” y la pandemia que nos tuvo un año encerrados. Mari perdió su trabajo y no supe más de ella. ¿Habrá salido a las calles gritando por una mejor educación para sus hijos? ¿por un trabajo más estable y digno? Dejé de teñirme el pelo. Así me he ido excluyendo de muchas cosas, simplificando mi vida, sumergiéndome en la cómoda rutina del encierro sin el abanico de conversaciones vívidas que daba ir a la peluquería.



Monday, January 23, 2023

 Ya me siento dentro del cuerpo de una vieja. 

He viajado al pasado,  lo vi en las paredes amarillentas colgando cuadros enmarcando fotos con rostros y cuerpos jóvenes. El pasado se me vino encima a la vista de cada objeto instalado tal cual  como lo  dejé por aquel tiempo. Tantos objetos acumulados y allí seguían, esperándome para provocarme inquietantes sensaciones. Me tiré en la vieja cama sin saber si iba a ser capaz de soportar ese vértigo. 

Vaciar los muros, las repisas, los cajones, vaciarlos de tantos libros, cuadernos, fotos, postales, souvenirs, vaciar la cabeza de tanto pasado vivido. 

La casa, a pesar de seguir ocupada, estaba en un estado lamentable y de culposo abandono. Entrar en ella fue como entrar en el interior de una ballena conformada por un esqueleto de tablas arqueadas y amarillentas. La vieja casa, cargada de objetos, era yo.




Friday, July 23, 2021

 Casi todos los días me levanto por inercia, en mi caso poco tengo que hacer y también por inercia me saco el pijama y me baño. Me veo preparando el café y unas tostadas para M y para mí, creyendo que es la mejor manera de motivarnos para empezar un nuevo día. Al poco rato empiezo con el almuerzo, lavando trastos que siempre se van acumulando por ahí, picando verduras para la olla, para el compostaje y para el conejo!... y así, apurada, termino justo a la hora para sentarnos a almorzar. Después, me siento a descansar con el celular en la mano, tiempo medio muerto, esperando el momento para llevar a M a su trabajo o para despedirme cuando elige irse en Uber. Entonces me quedo sola, qué hacer... poco, casi nada. Ya he dejado de torturarme con lo que no hago y con todo lo que he dejado de hacer. Así el tiempo se me va volando, la noche llega y lo mejor, cerrarla con una película. Entonces, indudablemente cansada, vuelvo a la cama. Otro día se fue con algo de mi vida. Aun así, me duermo tranquila. Recuerdo que más joven no me podía permitir esta desidia. Creía que mi deber era hacer cosas "importantes", particularmente aquellas asociadas a la "cabeza" Me creía capaz y obligada a hacer cosas "productivas" y a vivir la vida, salir todos los días pensando que afuera de lo doméstico estaba la verdadera vida, aquella llena de sorpresas y desafíos, también, donde podía estar la feliz oportunidad de alguna aventura sexiamorosa. Hoy, por el contrario, esquivo toda posibilidad de salir, dejando para el otro día lo que etiqueto como poco importante y eso es... ¡casi TODO¿Qué me está pasando?... Mi vejez y la pandemia llegaron juntas... Yo misma me estoy enjaulando y menoscabando, privándome de actividad física, mental, emocional y psicológica... Ningún desafío me entusiasma superar, ni siquiera terminar algunos de los libros que he dejado a medio leer. En mi vida el amor era un motor, pero entre cuatro paredes sólo queda lo virtual... Así, sin penas, sin alegrías, sin ganas, sin ansias, miro para atrás buscando una chispa para volver a empezar. 




Monday, June 28, 2021

Retomo este blog después de varios años. No soy constantes. 

La vida no es constante ni pareja. No somos una línea. 

Hoy las UCIs de los hopitales están llenas de pacientes covid conectados a tubos y a monitores, mostrando lo inestable que es la vida. 

Hoy, más allá de mi pieza, más allá de mi calle... hay vidas muy disparejas.

Sunday, December 21, 2014

la VIDA







Podría escribir para sacarme estos sentimientos y emociones que cargo como un saco de viejo pascuero, ¿podría?, ¿podría?... es un lenguaje interno continuo, eterno, que me acompaña desde mi más antiguo recuerdo de infancia. Lo de niña eran cuestionamientos sobre lo que me parecía una "suerte" injusta, la pobreza me parecía fea e injusta, me creía merecedora de algo mejor. No me calzaban mis sueños, mis fantasías y gustos con el paisaje que tenía a mi alrededor, al otro lado de la pandereta se veía un mundo mejor. Me sentaba en algún punto del patio, sola, pensativa, cabizbaja, meditando sobre este asunto agitando una ramita que imaginaba con poderes de "barita mágica". Era tímida y callada, con unos ojos grandes (de pichón asustado) que me espantaban cuando me miraba en el espejo. Me gustaba escuchar música clásica y soñar despierta, dibujar y jugar con mis muñecas. También, en mis tiempos de cama obligada, aprendí a tejer, ahora lo olvidé. Pero la costumbre de caminar hablando conmigo misma sigue igual, y no solo conmigo, también me gusta hablar con los pájaros, con los árboles, con el viento, el cielo, el mar. ¿Será posible que un zorzal me parezca un niño cándido y ridículo cuando corre dando saltitos y se detiene mirando de medio lado, imaginando que de esta manera yo no lo veo?... me hace reír y le digo que es ridículo, que se deje de tonterías, por fin sale volando hacia lo alto de un árbol, se para en lo oculto del ramaje y canta una nueva melodía. Y ¡tiene tantas!, hay algunas que parecen ringtones de celular. Una tarde pasé bajo un árbol y sentí que alguien me silbaba, como lo hacen los obreros de la construcción, pero ¿desde lo alto de un árbol?... Me detengo en mi mirador, al fondo el mar con su horizonte, más cerca, en el límite del jardín, una pareja de tencas que se para en los postes del alambrado. Ellas también tienen un variado repertorio de cantos y a mí fácilmente se me pega uno que parece un tacatacatá corto de metralleta. Las miro pasearse de espino en espino, son bellos los espinos con sus brotes verdes de primavera. Más cerca tengo las ramas que cuelgan de un alto pimiento, es agradable ver el cielo azul entre sus ramas. La brisa y la tibieza del sol la siento en mi rostro. En esos momentos me enredo en emociones, me ahogo, lloro y me desespero, siento que voy a explotar (explosar) el cuerpo se me hace pequeño para todo ese sentir, entonces necesito sacar todo eso, pero cómo... Lo mismo me pasa cuando leo textos cargados de poesía, de una poesía que no solo la encuentro en los poemas, la sola descripción del cabello, o del vestido, de una niña, agitándose por el viento de la tarde, puede estar cargada de poesía. Así se salva la vida, cualquier vida. Así, por fin,  me da lo mismo ser rica o pobre, tener o no tener, porque la vida me pertenece por el simple gusto de tenerla. Me adueño de mi vida y se me hace poco el día, se me hacen poco los instantes. La vida hay que vivirla hasta el último día con vida, "quiero que la muerte me pille vivo" dice el viejo Nicanor. Y por eso te busco y me acerco, para tener más sustrato para sentirme viva. 

Monday, March 05, 2012

SANTIAGO (VALPO) EN 100 PALABRAS

Palabras claves:

La Sebastiana, 
calle Ferrari (La Gata), 
Museo a Cielo Abierto, 






Portugal, Lisboa, Saramago, 
El Puerto, El Plan, Plaza de la Víctoria, 
Marisa Montes, Chico Buarque, Lila Down, Corcovado, 
puzzle, Portofino en la memoria, 
Reconciliándome con mi ciudad (Osorno), 
La vida, ese paréntesis (sin dramas), Los formales y el frío, las caricias, son la fiesta de la piel, Benedetti, 




troles, 
la Aduana, 
ascensor, 
paseo 21 de Mayo (náufraga de los cerros), ascensor Polanco, 












un paseo por la bahía de Angelmó (Puerto Montt), metro Estación Central, Baquedano, Roger Waters en Chile, 


Terminal de Valparaíso,  












tu espaÑol y mi flor amarilla. 

(cómputo: 100 palabras)


Links recomendados:
Ascensor 21 de Mayo
Náufraga de los cerros
Viajando en metro
A falta de ti
El humor de Lukas
Reconciliándome con mi ciudad
Oh qué será, qué será!
No me lo digas dos veces
Cual pasajero de algún tren, estoy en el andén
etc.

Sunday, February 19, 2012

Portofino en la memoria.






La vista desde el mirador nunca deja de ser bella, particularmente por las mañanas. 



(A veces pasa un tiempo sin asomarme por ahí, hacerlo implica algo de voluntad y tiempo para levantarme temprano, vestirme bien, maquillarme sin errores, ponerme mi perfume preferido, salir del piso dejando todo apagado y sin olvidar las llaves, bajar las escaleras sin tropezar, tomar la calle saludando a posibles conocidos y encaminarme por fin sola hacia ese extremo del pueblo. Hoy no lo hice, mañana me levantaré más temprano) 

Fatigada como siempre por reiterados desvelos, se levanta, se acerca a la ventana y la abre. Ahí está su acuarela de mar y cielo, la luz y el aire la reciben plenos, sonríe y respira profundo.  Los edificios del frente están aún en sombra y abajo ya se siente el bullicio del comercio, el saludo de los lugareños y el pasar de los turistas. Un extraño la ha visto, junto con subirse a un bote, se despide haciéndole señas con la mano y una amplia sonrisa. Se ha cortado el hilo que la tenía flotando sobre la brisa del paisaje. Entra a la habitación, encandilada tropieza con el desorden de un telar. Se sienta y comienza lentamente con el orden y el delicado cruce de decenas de hilos de colores y, mientras va tricotando, va atando un sinfín de pensamientos, preguntas y conjeturas. La espera no puede ser eterna.
A medida que va dibujando un cielo claro, van apareciendo cerros con árboles frondosos, una que otra palmera, altos tejados de estrechos y coloridos edificios, todos dispuestos muro contra muro,  con ventanitas pequeñas, de marcos y persianas azules, y algunas jardineras con rojos geranios.

(¡No puedes seguir con esta rutina!... La rutina del tejido, la rutina doméstica, la rutina de un trabajo cualquiera, la rutina de los encuentros y reuniones importantes, la rutina de nuestro aseo, la rutina de alimentarnos, la rutina familiar, la rutina de la relación de pareja… todas las rutinas parecieran no tener sentido cuando tomamos conciencia de nuestro fatal destino. Todo, cada cosa que hago, cada pensamiento, cada emoción se me escapa inevitablemente como pasado, solo la muerte parece existir como futuro. Si todo se me escapa como agua entre los dedos, incluidos los recuerdos, necesito atraparlos de alguna manera, como los turistas con sus cámaras fotográficas)

Cansada detiene la labor, se acerca a la ventana. Ya es medio día y el fuerte brillo de la luz destiñe los colores de la marina. Todo se le torna ajeno, es otra luz, es otro paisaje. Retrocede y, con un nudo en la garganta, vuelve hacia el centro de la habitación. De entre los intersticios de la malla tejida se asoman sus recuerdos, siente sus ojos húmedos, no llora.

El tejido sigue creciendo. Una hilera de arcos y toldos verdes de galerías comerciales remata, en su parte inferior, el conjunto de los edificios, a lo largo de esto una estrecha costanera y al fondo la pequeña playa.

Un bote se acerca a la playa y de él baja un hombre mayor. Últimamente bajar del bote le hace perder el equilibrio, por fin logra pararse firme sobre la arena, se sacude la vasta de los pantalones y mira hacia lo alto de un edificio fijando su atención en una de las ventanas con geranios rojos, nadie se asoma, nadie a quien saludar. Sube hacia la costanera repleta de extranjeros apuntando en todas las direcciones sus pequeñas cámaras fotográficas.
El hombre camina por los portales saludando alegre a los vecinos, entra a uno de los edificios y comienza a subir rápido las estrechas escaleras, se siente bien, comienza a silbar y se sorprende al escucharse entonar esa vieja melodía. La memoria es así, de repente se pega la tecla con algo hace mucho tiempo olvidado. Extrañas conexiones cerebrales.  

Ella sigue ahí sentada frente al telar, su figura se dibuja imperturbable, solo el movimiento de sus manos le dan vida a esa habitación ya casi en penumbras. El paisaje fluye hacia coloridos botes tendidos sobre sus propios reflejos. Han sido miles de coordinados movimientos que han ido atrapando un día y su eternidad.  
Ya poco queda por tejer cuando siente que se abre la puerta, la última luz de la tarde marca la silueta del desconocido de la mañana. 
No puede reconocer ese rostro que le sonríe con familiaridad. Él se acerca tomándola por la cintura y la lleva a la habitación donde comenzará a contarle la misma historia de cada regreso y así reencontrase en la memoria de un viejo amor.
  
Abajo las aguas se van oscureciendo, el sol se va perdiendo veloz detrás de los cerros y, desde el mirador, solo se ve un pueblo cubierto por una sedosa niebla de rumores.