Saturday, May 03, 2008

En el Café MosQueto

Te llamo. Santiago tiene sabor y aroma a ti. Marco tu número, dudo con los últimos tres. Santiago y sus cafés.

“Desde la terraza del café miro trémulamente hacia la vida. Poco veo de ella, salvo el bullicio”.



Pido un cortado y una media luna, cosas que en este momento me parecen lo mejor del mundo.


Marco otra vez el que creo que es tu número pero escucho el mismo pitito.

Atiendo al decorado del local, han hecho en un rincón algo como un viejo estudio con una variada biblioteca, bonita manera de ofrecer los libros de filosofía, literatura y arte, Un sillón de cuero oscuro, una mesita, una lámpara de pie con su suave luz amarilla. Comienzo a beber el café.


Mi tiempo es justo, no puedo ceder a la tentación. Pero sigo insistiendo con tu supuesto número telefónico, nada pierdo, ni el orgullo de haber cedido a la tentación de los recuerdos, la culpa es de este café, su mañana nublada y estos minutos de más.

“Un marasmo como un comienzo de borrachera me aclara el alma de las cosas. Fuera de mi transcurre, en los pasos de los que pasan, la vida transparente y unánime”

Llamo y escucho tu voz que de inmediato reconoce la mía
–¡Justo a tiempo me has llamado, a tiempo para salvarme de este frío y tedioso día!-

“En este momento, los sentidos se me han paralizado y todo me parece otra cosa: mis sensaciones son un error confuso”

Los acordes de un piano, me devuelven el aroma y la tibieza del café.
-Yo no salvo a nadie, ni a mi misma-

“Abro las alas y no me muevo, como un cóndor ficticio.
Hombre de ideales como soy,
¿quién sabe si mi mayor aspiración no es realmente permanecer siempre aquí, sentado a esta misma mesa de este café?”
(Fernando Pessoa)