
Los llevaré por este recorrido sin dar nombres.
Compartir con egoísmo para proteger la belleza de estas aguas
y de estos cielos (de este cielo que no es cielo ni es azul...)

(con ayuda de la mirada panorámica, de una piel de poros abiertos a la brisa, oídos atentos a ruidos submarinos, olfato sensible al yodo que flota invisible...)
se agranda para ocupar este espacio de colores infantiles.
de verdad mi mirada se paseó
por toda esta azul inmensidad y
me sentí libre de todo pensamiento.
por toda esta azul inmensidad y
me sentí libre de todo pensamiento.

El muchacho tiró varías veces la cuerda para hacer partir el motor de su pequeño y carcomido bote.

Ser lugareño y botero obliga a tener este gesto de lentitud que tiene este muchacho. Su mirada es plácida y así hace avanzar su pequeño bote, abriéndose sensualmente camino entre las ondulantes aguas. Sólo el ruido tormentoso del motor se opone a esta cadencia.

Y el Paraíso está aquí, poblado de gaviotas bajo las patas de los flamencos, visitantes invernales.

El paisaje manda, con sus colores limpios y brillantes.
Me alejo pequeña y silenciosa, llena de luz y vacía de vida pasada y futura.
