Saturday, May 12, 2007

Spleen OTOÑAL

La noche de nuestra despedida, ante una pregunta mía, dijiste que veías en mí una frustración (no recuerdo con qué adjetivo la acompañaste: ¿gran?, ¿eterna?...) Sentí un nudo en la garganta y fui algo agresiva al pedirte que no intentaras ayudarme. Pero esta “frustración” no es de lo cotidiano. Cuando hago memoria, cuando voy despejando los detalles tontos de aquellos momentos breves pero eternos en el horizonte de los recuerdos, curiosamente, desaparecen las discusiones de pareja, la ausencia del padre, la pobreza familiar, las enfermedades... todo el mundo las tiene, por qué conmigo tendría que ser diferente, al final todo esto conforma un patrimonio que me da cierto valor agregado. La frustración, esta leal Frustración que llevo a pesar de estar bien, de sentirme bien, tiene otra historia y no le veo fin, ya ni me molesta. Esta frustración es existencial, es como la nostalgia... ¿de un mundo ideal?... es un dulce sentimiento masoquista. Sólo en un mundo imperfecto se puede sentir la ausencia de lo bello, desearlo desesperadamente, perseguirlo como una utopía y con suerte, tenerlo y gozarlo por fugaces momentos que luego recordarás y anhelarás por siempre, construyendo así tu eterna frustración, tu eterno spleen.

UN BESO ENTRE BOLEROS Y TELAS DE ARAÑA.

Tendida, con toda la pereza de la siesta, sobre una colorida colcha mexicana, escucha esa dulzona música. Él se le acerca tiernamente, se reclina sobre su rostro y le pone un beso timbre sobre su boca. Sonríe adormilada y así, entre boleros va entrando al intangible mundo de los sueños. Una misteriosa figura, que se recorta alta y estilizada en el marco de la puerta por donde ha entrado una luz llena de polvo cósmico y que dibuja un marcado contraste de claro oscuro en aquella habitación oscura y vacía, ha levantado suavemente su delgado brazo para lanzar al espacio su fina tela de araña. Entonces, sorpresivamente, se sintió atrapada por un telar que la envolvió...su figura se marcó por sensuales formas de luz y sombra, su pecho y garganta palpitaban ahogados y ansiosos, sus labios se abrieron y de ellos salieron sordos gemidos, sin poder emitir ni un sólo grito de auxilio. Sólo sudor y el olor sofocante del polvo... Una película que narra muchas películas, él-ella es la princesa de las mil y una noche que juega con pañuelos de tul, pero llega la mañana de la despedida y con una dulce y terrible pena en su sonrisa, se acerca a él, afirmando contra su pecho una caja de bombones con la forma de un palpitante corazón. El sedoso sueño se envuelve en melodías de románticos boleros, lucha contra esa tela oscura que la cubre como a una retorcida culebra cautiva de una red. Las formas relucientes del ondulante movimiento se marcan bellamente en la penumbra. Entonces, ahoga su pena que le aprieta dolorosamente la garganta y, con la fuerza de un amor valiente, le narra la última historia de un amor mutilado en medio de la resistencia parisina de la Segunda Guerra y se decide a arriesgar su piel por este amor. El alemán canta su bolero: "de repente, me vi preso en el telar que me envolvía... mi corazón es un caballo alado... volaré en busca de ese beso..." (distinto a otros besos), tirado sobre la calle, con un pañuelo rojo en el cuello, Molina eligió morir por amor.