Friday, April 17, 2009

Un Paraíso sin nombre.


Los llevaré por este recorrido sin dar nombres.
Compartir con egoísmo para proteger la belleza de estas aguas
y de estos cielos (de este cielo que no es cielo ni es azul...)

y me vuelvo alma, que
(con ayuda de la mirada panorámica, de una piel de poros abiertos a la brisa, oídos atentos a ruidos submarinos, olfato sensible al yodo que flota invisible...)
se agranda para ocupar este espacio de colores infantiles.





De verdad estuve sobre estas aguas quietas y limpias,
de verdad mi mirada se paseó
por toda esta azul inmensidad y
me sentí libre de todo pensamiento.








El muchacho tiró varías veces la cuerda para hacer partir el motor de su pequeño y carcomido bote.





Ser lugareño y botero obliga a tener este gesto de lentitud que tiene este muchacho. Su mirada es plácida y así hace avanzar su pequeño bote, abriéndose sensualmente camino entre las ondulantes aguas. Sólo el ruido tormentoso del motor se opone a esta cadencia.






Y el Paraíso está aquí, poblado de gaviotas bajo las patas de los flamencos, visitantes invernales.





El paisaje manda, con sus colores limpios y brillantes.











Me alejo pequeña y silenciosa, llena de luz y vacía de vida pasada y futura.

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