
Mi ciudad favorita.
Isla Teja, río Calle-calle.
Y como un ritual:
salgo otra vez del terminal y cruzo hacia la
costanera y me voy bordeando el
río Calle-calle.
Camino disfrutando del reflejo de sus calmadas aguas hasta llegar al puerto fluvial,

en la mañana lleno de feriantes y de los puestos con salmones, sierras gigantes,
merlusas... almejas,
choritos,
choros maltones, piures... (se me hace agua la boca)
erizos,
jaibas...
tomando sol y esperando los restos de pescado, están los lustrosos y
gigantes lobos marinos, asustando y divirtiendo a los turistas con sus bramidos.

Se hace tarde, doy la espalda al río y me detengo a mirar esta esquina...

y esta otra esquina con este edificio de colores llamativos.


Cómo me gustan estas casas pintadas sin prejuicios.

Cada vez que vengo a Valdivia
me paro a mirar el río
desde este escondido jardín.
El viento desordena mis pensamientos.
Pasan los años,
los cerros están menos verdes,
pero el río sigue azul.