Ya me siento dentro del cuerpo de una vieja.
He viajado al pasado, lo vi en las paredes amarillentas colgando cuadros enmarcando fotos con rostros y cuerpos jóvenes. El pasado se me vino encima a la vista de cada objeto instalado tal cual como lo dejé por aquel tiempo. Tantos objetos acumulados y allí seguían, esperándome para provocarme inquietantes sensaciones. Me tiré en la vieja cama sin saber si iba a ser capaz de soportar ese vértigo.
Vaciar los muros, las repisas, los cajones, vaciarlos de tantos libros, cuadernos, fotos, postales, souvenirs, vaciar la cabeza de tanto pasado vivido.
La casa, a pesar de seguir ocupada, estaba en un estado lamentable y de culposo abandono. Entrar en ella fue como entrar en el interior de una ballena conformada por un esqueleto de tablas arqueadas y amarillentas. La vieja casa, cargada de objetos, era yo.
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